Se escucha de diferentes “tipos” de liderazgo: liderazgo
trascendente, liderazgo eficaz, liderazgo consciente, liderazgo con significado;
y así en una lista que pareciera interminable. Cada uno, seguramente con alguna
idea o concepto que puede apoyar a mejorar las competencias de los líderes en
las organizaciones. Vale la pena mirar y reflexionar sobre aspectos “clásicos”
que encajan de manera natural en los diferentes estilos personales de liderazgo,
que nos permitan “regresar a lo básico” para evitar perdernos, y que, además
son muy prácticas. Lo que describo es el caso de los principios basados en el
estoicismo, corriente filosófica fundada por Zenón de Citio 300 años antes de
Cristo, y teniendo entre sus exponentes más famosos a: Séneca, Marco Aurelio y
Epicteto. Estos principios seguramente sonarán lógicos por lo que vale la pena
revisarlos, reiterando el énfasis en la aplicación práctica de los mismos;
recuerda lo afirmado por Séneca: “si no sabes a dónde vas, ve de dónde vienes”:
Acepta lo que no puedes controlar: enfócate en lo que
si puedes influir buscando la manera de ampliar este círculo de influencia
mediante relaciones que tengan un impacto proactivo, reconociendo lo que
definitivamente está fuera de nuestro control y aceptando con serenidad lo que
no puedes cambiar. Esto ayudará a reducir tu estrés.
Cultiva el autocontrol: elige tus batallas
enfocándote en aquellas situaciones que realmente son relevantes, sabiendo que
no eres tus emociones, si no que puedes observarlas con objetividad, evitando
ser “arrastrado” por ellas. Los estoicos reconocen dos tipos de emociones: las
negativas, como la rabia, el miedo y el odio; y las positivas, como la alegría,
el amor y el sentido de la justicia. Debes buscar alejarte y alejar a los que te
rodena de las negativas y acercarte a las positivas, con ello ayudarás a
mejorar la vida de los integrantes de la organización.
Fomenta la colaboración: busca soluciones creadas y
ejecutadas a partir de la colectividad, aclarando y midiendo objetivos comunes.
Sé un modelo a seguir: la frase más adecuada en este
punto es “el ejemplo es la forma más elevada de liderazgo”, lo cual implica el
ser realmente capaz de inspirar a otros.
Practica la gratitud: agradece lo que tienes buscando
opciones donde te prives voluntariamente de ciertos aspectos para hacer
conscientes tus privilegios, que por costumbre probablemente ya no valoras, por
ejemplo, experimentar lo que el personal de la organización tiene que vivir, o
sufrir, en su día a día con ciertos aspectos burocráticos de la operación.
Busca mentores y aprende de ellos: creando un entorno
para que se dé el aprendizaje constante, en el cual tu debes participar, no
dejándote de hacer preguntas y fomentando la curiosidad; a través del
razonamiento promovido por el conocimiento será posible la mejora.
Se resiliente: enfrentando los desafíos del día a
día, buscando opciones para superarlos; muy relacionado con el primero pues se
basa en la aceptación hacia lo que no podemos cambiar.
Como práctica, reflexiona haciéndote tres preguntas: ¿Qué he
hecho mal? No para auto-flagelarte, sino para aprender y no repetirlo. ¿Qué he
hecho bien? Para reforzarlo. ¿Qué puedo hacer diferente? Con el ánimo de mejorar.
La
práctica de estos principios demostrará que la filosofía no solamente un
ejercicio académico, sino que se puede aplicar en el día a día.